domingo

Mi norte, y sus capullos de mariposa rellenos de piedritas.


Una mañana mi bisabuela Virginia salió a trabajar, iba rumbo a la casa grande, ahí donde a las 7:00 am ya tenía que estar el desayuno servido y la cocina impecable.
 

En el camino, tuvo la mala suerte de encontrarse con un grupo de soldados que la “confundió ” con prostituta, la violó y la dejó tirada, media muerta, repleta de polvo. 


Cuentan, que mi bisabuelo, un alemán que llegó a México quién sabe cómo y quién sabe porqué… la encontró y la “acepto así”, la cuido, la quiso bien (o lo mejor que pudo).

Nuestra nana, era indígena, de un pueblo originario de aquí de México,  al que ahora llaman: los Mayos de Sonora o yoremes.

Mi mamá creció con ella, salvaje y feliz, proveída por la tierra, el río Mayo y el mar, acompañada de su hermano, de algunas gallinas y animales de granja, y una cabra, (nombró a la cabra aparte porque era especial, mi mamá solía jugar a montarla hasta que se cansaba de que la tumbara).


Yo no he olvidado que soy descendiente de un pueblo se mantienen en resistencia, de mujeres fuertes que tuvieron que aguantar lo inaguantable, de gente, que viene de muy lejos. 

Yo no he olvidado, las manos de mi bisabuela, ni el sonido de las almejas y los ostiones brincando sobre el comal… ni el olor a café recién hecho.

Yo no he olvidado, que no pudieron arrebatarnos lo verdaderamente valioso… ni la dulzura de los ojos de mi abuelo el gachupín.

Tampoco, que en esta paradoja, nací blanca (tirándole a amarillo), y que mi lengua madre es el español… que tengo la fiereza de los que vivieron del mar, el cabello y las pestañas chinas, ni que fui consagrada al Sagrado Corazón de Jesús…


Sé, que no somos perros callejeros, ni despojos de la conquista…somos esa crucecita brillante en el innmenso tejido de la vida. El resplandor del sol, sobre el filo de aquella obsidiana, llamada poéticamente: lágrima de apache, aquella, que simboliza las estrellas, el luto, la desesperación… y también, el abismo sin fondo del hermoso corazón de la madre tierra; piedra, que facilita la unión con el cosmos, y se lleva cualquier dolor, cualquier tristeza…


Así es, soy de un pueblo, que viene de lejos. 

Menos de 1/3 de luz.


Hoy meditando, me encontré con una de las mujeres que fui, estaba en huesos, casi muerta, recostada sobre su espalda, en la oscuridad.


Con furia pregunto:

- ¿Qué más quieres de mí? 


Con dulzura respondí:

- No es lo que quiero de ti, es lo que quiero para ti. Quiero verte sana, radiante, feliz. No he venido a pedir, he venido a dar, a abrazarte, a decirte que ese pequeño hilo que te sostiene y que te mantiene en la vida con tantísimo esfuerzo, te sostendrá, y es el puente te traerá a donde nos encontramos hoy. Por un momento deja de hablar con Dios y habla conmigo… él-ella jamás se ha separado de ti, y no puede darte lo que yo. Ven, y echa un vistazo, disfrutarás como no puedes ni imaginar ahora, sonreirás de verdad. Sé que estás exhausta, pero por favor, confía en ese pequeño hilo, aférrate a la luz por escasa que sea, no importa si sientes que tu caja torácica se va quebrar, resiste, -solo un poco más, te juro que no te vas a quebrar, no esta vez. No importa si el aire a penas te alcanza para pensar, está bien si estás enojada y triste, está bien si duermes todo el día, o te detienes una y otra, y otra vez, -te prometo que se resolverá. Resiste, solo un par de semanas más… solo un poco más. Aquí esta mi amor, y te juro, que es más grande que nuestro dolor.  Aquí estoy yo, aquí te espero.


Para quien sienta. 

Alicia, 7 de octubre, de 2022.

viernes

Todo.


Lo destruyeron todo (nuestros lugares de rezo, nuestros bosques, nuestros hogares...). 

Lo tomaron todo (nuestros hijos, nuestros cuerpos, nuestros territorios...). 

Querían que olvidáramos todo lo bello, todo lo bueno.

Pero el corazón de aquellos que estuvieron ahí cuando la luz abandonó nuestros ojos, supo, que sólo estaban ganando tiempo, pues la verdadera medicina, era (y es, y será) nuestro espíritu, y no se puede destruir, lo que ha existido siempre.

domingo

Vendemos ilusión.

¿A quién más podría contarle todo lo que sé?

Nos arruinaron, esta claro.

No he olvidado que no conociste la saciedad, ni la paz. Ni todos los abusos, ni todas las veces que quisimos matar a “alguien”.

Te extraño desde que nos encontramos.
¿Quien fue el más valiente?


Te enseñe a fumar y a no ser un imbecil.
¿De qué nos sirvió? 

Siempre serás mi hermano, al que todos golpearon, el que nadie vio,
el siempre me lo daba todo.

Todos creían muchas cosas de mi, pero tú
nos conocías.



Te abandone, 
¿qué esperabas de mí?

De cualquier forma, ya no importa.
¡Lo lograste!


Y rezo, porque su amor (no sus lágrimas), sean el faro que te guíe a casa.



Yo también,
                                                                  te amo fuerte carnal. 
Lo he hecho siempre. 


.  






jueves

¿Estás aquí?



¿Me guardas...?

De montañas y promesas.

Conduzco por la carretera que asciende, miro la montaña, han pasado horas (días, meses, años) y sigue pareciendo una promesa lejana. Tengo un calambre (han sido cientos) comienza en mi nalga izquierda y llega hasta el dedo gordo, trato de ignorarlo, y levantó el empeine esperando que pase rápido o que duela menos. Visualizo la curva y cierro los ojos para tomarla, (el camino, el auto y yo, hace tiempo que somos lo mismo). No recuerdo en qué momento deje de ver gente y autos, quizás cuando entendí que esa montaña existe sólo para mí. Bebo agua y duermo un poco, (he aprendido a hacer casi todo sin dejar el viaje).  Hablo conmigo y antes de usar mi voz un escalofrío me recorre, ¿tendré aún la capacidad de hacerlo? (miedos viejos que lo habitan a uno), me escucho y dudo. Hago una pausa, miro a través de mi nuca, sé, que algunas veces estoy no sólo en la montaña, sino en su cima, pero nunca es la montaña mucho menos la cima. Las ruedas giran, Rafael, Mikael, Gabriel, Uriel, tantas alas, un guardián por cada rumbo, el frío aumenta, no me engaño, cada metro, es un metro desandado. Escucho un tambor, el sonido es pesado y se va apagando, no tengo miedo, (ya no soy hija de mis padres). Dos luces intensas me ciegan, un martillo golpea mi coronilla, repito las palabras de mi maestro (ojalá hubiera practicado más para este momento), abandono mi cuerpo (es tan extraño y tan familiar no tener límites). Miro todo desde muy alto, juego como Peter Pan, me pierdo en el éxtasis, (recuerdo: un siglo es sólo un incidente). Me llaman usando mi verdadero nombre. Sigo el sonido y puedo ver el ocaso, ahí están mis hermanas. En ese sol, está mi hogar. El viaje ha comenzado.

sábado

Dos y uno.


 
Creamos un sonido para nombrar al silencio, eso es lo que somos, o lo que fuimos, constructores. Y así como las palabras cobran vida al ir siendo nombradas, así como se transforma y desaparecen, así lo haremos nosotros. Porque lo que no es nombrado no existe (al menos para la primera persona del singular),  pero lo que no existe puede ser nombrado. Es nuestro regalo, nuestro castigo.  Porque al decir silencio somos niños inocentes y ególatras, que tratan de describir algo que no pueden conocer, pero que suponen que existe. Niños que  crean historias acerca de lo temen, para lidiar con ello. Porque saben que cuando nombran al infinito irremediablemente nombran y son conscientes de lo finito. Así es, la creación como la conocemos vienen en pares. Decimos consuelo, decimos amor, decimos fuerza, y de inmediato emergen la desolación, el desamor, y la debilidad. Llamamos al olvido, pero sabemos no puede salvarnos.  Y así, seguimos creando, aunque nos de miedo la luz, aunque nunca alcance. Porque sabemos que también de las sombras, surgen los milagros. Que las lágrimas, hacen crecer a los arboles.

miércoles

Refugios de una mujer gato.



Me abrazo a la taza de café. Sorbo despacio y el vapor se eleva por mi rostro. ¿Qué mezcla alquímica hay entre éste aroma y el placer de mi lengua? ¿Qué espíritu canta en mi sangre? ¿Qué clase de dios-demonio me cabalga desde dentro? ¿Cómo puedo estar tan segura de beberme la noche, si mis manos tejen los cabellos del sol?

¿Quién soy yo en esta taza?

lunes

Dulce de leche.

Tú y nuestra historia, se parecen a las hormigas rojas que se me trepan en todos lados, a las cobijas de retazos que hacia mi nana. A las pinches matemáticas para las que era tan buena, al polvoriento café turco. A los rezos de los que me prendía para cruzar corriendo el patio de Jiquilpán, a los regaños de mi abuela, y a la atroz libertad de mi madre.
Tú, y nuestra historia, se parecen a ese trago de aire que uno se echa antes de aventarse al agua.

martes

Lugares

Y entonces, aquel hombre gigantesco al que llamaban el tirano, se abrazó a mi cintura y recargo su cabeza sobre mi pecho.

-Estoy tan cansado
¿Puedo quedarme a vivir aquí?

-El tiempo que quieras.

-Para siempre.

Lo envolví con mis piernas y acomode su cabeza para que sintiera mi pulso.

-No creo que vivamos tanto.

Un calor intenso emano de mi centro, me sentí su madre y su amante, su hermana y su abuela, su esposa y su hija.
Acaricie su frente hasta que se quedo dormido.

Al final hay sitios, en los que todos los hombres, somos iguales.

viernes

¿Sueños?

Anoche se presento un ser de gran estatura, su cuerpo emanaba una luz de color azul intenso, vibrante. Su mano izquierda sostenía una espada gigantesca.

Con amor profundo, infinito e incomprensible dijo:

-“He marchado 35,000 años para encontrarte”. Se acerco y beso la palma de mis manos, el dorso, después mi frente y cada una de mis mejillas.

No entiendo los porqués pero todo mi ser “supo” que aquello era verdad.

Desperté llorando como una niña.

Casa acuarela


En esta casa llueve y los colores escurren por todos lados, en la luz, en el aire. De noche las cachoras salen de cacería y se buscan, y se comen el canto de los grillos, y las alas de los insectos. Caminan de cabeza y voltean el mundo.

Aquí la cama no se tiende a menos de que uno tenga la necesidad de sentir que dejó todo muy limpio, muy en orden. Sólo se viste cuando la puerta principal está abierta. Y casi siempre hay ropa interior entre las sabanas o bajo la cama. En general usted sólo encontrará desayunos, somos amantes de los chilaquiles crujientes con queso cotija y crema, y de los wafles con nieve.

Nuestra única mascota es una ceiba llamada anónima, ella suele recordarnos que todo es cíclico, y es de esas que invitan a todo mundo a vivir con ella.

El tapiz de los sillones tiene la mala costumbre de tararear gran parte de la mañana, es diabético y alérgico al polvo. Y bueno ya habrá notado que aquí los libros no tienen un lugar específico, y que hay tazas por todos lados, eso en realidad es algo que no podemos, ni nos gustaría evitar.

En este refugio se duerme mucho, hay una guitarra, un tapete de yoga, y pocos horarios. Tenemos el ritual de las series en video y las siestas en pareja. Por cierto hay un lugar en la sala que siempre está ocupado, y lo decimos literalmente, así que no permita que sus ojos lo engañen.

Y si alguna mañana le falta la fe, abra la puerta despacio, plante bien los pies sobre la tierra, inhale profundo y sienta, seguramente algunos demonios se irán ¿pero quién los necesita?

viernes

Hundirse en dios

El sudor de él le caía sobre el pecho, su cabello estilaba y el rostro le ardía. El mundo se detuvo, se partió en dos, en cuatro, en mil. Ella era aquel volcán y la serpiente. Frío y calor, calor y frío. Olas y la fuerza de mil soles agolpados en su garganta. Se experimentó como energía pura y estalló, abandonó su cuerpo y se sostuvo en aquella pausa por un par de segundos. Sintió como se hundía en dios y era dios al mismo tiempo. Sus músculos se tensaron, arqueo la espina y echó la cabeza hacia atrás: regresó. Dejó caer su peso sobre él y lentamente recobró la consciencia, abrió los ojos con aquella sensación de quien recién nace y con la devoción de una santa susurro: orgasmos redentores.

Postales para conservar

- En aquel sueño, él y yo hacíamos el amor en un colchón que flotaba sobre el mar, el agua tenía un resplandor dorado y era tan clara que permitía ver el fondo, la arena era de tonos pastel: rosa, café, verde y azul, los colores guardaban la simetría del helado napolitano.
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-En mi casa mental, hay un sitio llamado el horno de la gracia, un lugar de ladrillos rojos con una ventana y un gran botón de inicio, donde uno va y coloca aquello que quiere crear o resolver sin pensar en el cómo o en los cuándos.
Ayer visite esa habitación con la intención de sacar “algo”, para mi sorpresa al abrir la puerta, salió una luz titilante que después de una breve danza y con esa gracia que caracteriza a las visiones, se transformo en un ave muy parecida al quetzal. Se elevo hasta el techo mostrando el azul iridiscente de las largas plumas de su cola. Ambas quedamos suspendidas, observándonos, maravilladas. Nadie se movió, sin embargo ella rodeo mi cuello amorosamente y se quedo conmigo en forma del collar más hermoso que jamás vi.

- Cuando escucho hablar del equilibrio divino, mi mente me lleva a una habitación con poquísima luz donde una bola luminosa del tamaño de mi puño flota apaciblemente.

- Me gusta no entender el gozo que experimenta mi corazón, al ver las montañas que rodean esta ciudad ¿Cómo comprender la maravilla del abrazo de las nubes y su constante movimiento?
Eso es arte. Aquello que logra conmoverte hasta la medula.

- La cadena de mariposas doradas que me une al cielo y me conecta con la tierra, el polvito sanador de sus alas, los aleteos dulces sobre mis ojos, sobre aquello que hay que reparar.

- La gran comunidad espiritual de la que soy parte.

- Las manos de mi abuela.

Donde mi corazón (para Pablo)

Hace unos años elegí estar donde mi corazón, vivir en la libertad. No ha sido sencillo, pero ¿qué lo es? Muchas veces he confiado en cosas que no tienen nada que ver con lo racional, algunas he tenido que sacrificarme o renunciar a algo o a alguien (incluso a mí), otras a pesar de mis dudas camino como si supiera a donde va a llevarme la vida y entendiera los porqués. He de decir que elegí un camino bellísimo, que exige actos de fe. Siendo honesta no me imagino viviendo de otra forma.
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Y bueno, al final siempre hay una especie de certeza, que me dice: Sé que estoy donde debo.
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Hoy lo sé. ..
-Cuando al salir de casa miro las nubes abrazando al nevado y al abuelo de fuego.
-Cuando la visión de mi espíritu toma forma de caballo y se me acerca de frente, tranquilo decidido.
-Cuando él, aun sin entender porque cada cierto tiempo me hundo de esa manera, me convierto en río y lloró y me siento sola, me envuelve y acaricia despacio, como la niña que sabe que ya no soy.
-Cuando estoy en mi ciudad natal, abro el bolso y encuentro tres juegos de llaves.
-Cuando después de horas de observar el oleaje tranquilo, me decido a entrar, y el mar se pone bravo, y experimento la consciencia de dios y siento como me arranca lo que no me es útil, y el deseo de entregarme despierta…
-Cuando por fin he comprendido la sacralidad de las labores del hogar.
-Cuando re-conozco a los que amo y puedo ver las formas tan sutiles y hermosas que tiene dios y el amor para manifestarse.

viernes

Refugios de una mujer gato

1. El rostro de Ella después del cuarto orgasmo.
2. La oración que escribió mi madre para encomendarme a dios.
3. Aquel hombre que decía que sus poemas favoritos eran los que jamás escribía. Me guardo aquellos versos, aquellas noches y las hermosísimas sobremesas que seguían al sexo.
4. El rancho de mi infancia con su noria (y mis primeras visiones), los cantos de las chicharras, el canal (y sus mujeres fantasmas), las culebras de agua, y los jacalitos llenos de maíz que fungían de alberca a pesar de los gorgojos y los regaños.
5. Las vías del tren, el andar cadencioso de los vagones, la lentitud con la que se alejan cual enorme animal. Las promesas, los recuerdos, las posibilidades. ..
6. La expresión de un hombre de medicina mientras duerme (esa sonrisa…)
7. Los atardeceres en San Andrés, con su frío y sus montañas rojas.
8. La cocina de mi abuela.
9. Las frases que se vuelven de uno.
10. Las maletas, las centrales y los aeropuertos…
11. Sus labios temblando en aquel primer beso.

jueves

Atractiva... como sólo pueden serlo, los animales heridos.

Doña Ramona

-¡Con una chingada! ¿Quién carajos se atrevía a tocar de esa manera?
Abrí terminando de abotonarme la blusa. Tras la puerta: Doña Ramona.
Me miró con esos ojos de quien reprende a un niño.
-¡Ándale niña! no te me quedes viendo, que abajo hay un montón de bultos.
Acomodamos lo que me pareció una infinidad de bolsas, las había de todos tamaños, materiales, colores, pesos, sabores…
Me sonrió y extendió los brazos,
-Ahora sí, venga y abrace a su abuela
Me apretó contra sus grandes pechos, el olor a leche bronca y alimento para gallinas me hizo sentir en casa, desee quedarme ahí, en ella, pa’ siempre…
-Pues dónde traes el alma muchacha...
-Ya ni sé abuelita
- ¿Tienes un estropajo?
-Sí
-Tráemelo. Quítate la ropa y desenrédate ese cabello por el amor de dios.
-¿Te ayudo en algo?
-Sí, no me estorbes. Vete a tu cuarto

Me senté desnuda al borde la cama y comencé a cepillarme, quería estar en la cocina con ella, escucharla cantar, y mirar sus manos fuertes de movimientos delicados, pero órdenes eran órdenes. Justo cuando pensaba en lo feliz que me hacía aquella visita, entró cargando una olla de barro con lo que parecía una gran cantidad de té, sólo reconocí algunas de las hierbas: pasiflora, flores de azahar, valeriana, angélica y hojas de lechuga.
Comenzó a rezar, la imite como otras veces, tratando de guardarme cada una de sus palabras. De “ver”. Después de darme algunos consejos y muchas tareas para después, me indico:
-Ven párate aquí, separa un poco las piernas.
Tomo el estropajo y se arrodillo. Me tallo comenzando por la planta del pie izquierdo, ascendió con movimientos circulares, firmes; reconocí el amor en sus manos, su entrega, su gusto por servir, su desapego. No hubo un sitio que no fuese removido, paso con la misma fuerza por mi pubis, froto mi espalda, mi rostro, mi cuero cabelludo, termino el lado izquierdo y repitió el rito comenzando con la planta del pie derecho.
-Ahora ve y date un baño con las plantitas, y cuando estés lista me llamas para ir por ti…
Cuando terminé ya me sentía otra. Para salir del baño me rodeo con una sábana blanca y me envolvió como cuando niña, con calma me llevo a la cama, cruzo mis brazos sobre el pecho, y ajusto la sabana para que no pudiera moverme.
-Te vas a tomar este té, y no te vas a mover hasta que amanezca, yo me voy a quedar aquí contigo. Habla con tu alma, no tengas miedo. Mañana todo estará bien.

Dios también hizo a la Vargas ¡Bendito sea!

El pasado 17 de abril la inspiradora Señora Chavela Vargas cumplió 91 años

Extracto de entrevista publicada por La Jornada, un viernes 8 de junio de 2007

-¿Qué necesita cada mañana para levantarse?

-Saber que ya amaneció y que tengo cosas que hacer. Pero si no me dan ganas, no las hago. A veces me canso de luchar contra muchas cosas del mundo que no puedo remediar. Pero cuando puedo remediarlas, lo hago. Busco una salida.

-Dicen que fue la primera mujer que le cantó una canción de amor a otra mujer. ¿Qué precio pagó por su forma de llamar al pan, pan? ¿Con la Macorina, por ejemplo?

-El arreglo de la Macorina es mío. Es una canción del siglo XVII; la prohibieron en tiempos de la Colonia, porque consideraban indecente decir ponme la mano aquí. A mí también me lo prohibieron. A los niños les apagaban el tocadiscos cuando llegaban a las casas.

-¿Fue revolucionario en su momento cantar sin eufemismos?

-Pues claro. Además, ¿a quién ofendo? ¿Quién se da por aludido? Los hipócritas, pero esos están marcados, ya los conocemos. Si hubiera habido Inquisición me mandan para allá. Yo tenía un coche convertible que me pude comprar cuando empecé a trabajar, era una belleza, era un MG. Y me paseaba por el Paseo de la Reforma en mi MG negro, con mi cigarro, y me gritaban cosas espantosas: ¡puta, hija de la chingada, maricona! Me moría de la risa. Los saludaba con un gran gesto ¡salud!

-¿Nadie le puso la rienda jamás?

-Nadie, jamás. Y por eso, moriré muy orgullosa. Quiero morirme un martes, para no fregarle el fin de semana a nadie. Nada pasa en martes, son muy aburridos.

-Tal vez sí se le haga...
_
-Tal vez. Todo se me hace. Yo no pido las cosas, las cosas llegan, me dicen: ¿me recibes? Y yo les contesto: sí, pasa.

-Dios es una presencia muy fuerte en muchas de sus canciones...

-Dios está metido en muchas letras de la canción mexicana. Hay cosas en las que no creo, pero no las digo. Para que me meto en otra bronca más de las que ya estoy metida. Estoy en paz y respeto mucho las cosas de la religión. Eso es privado.

"A veces me tocan la puerta de la casa y es una musa, o un ser raro. Cuando vivía a la orilla del mar, en Veracruz, amanecían escamas de pescado en el marco de la ventana. Me decía la criada: amaneció lleno de escamas. Yo le decía: son las sirenas que estuvieron aquí anoche. Llegaban y me contaban muchas cosas muy hermosas. Que sí conocían a Alfosina, que por ahí anduvo. Un día me invitaron a irme al fondo del mar a tomar una copa, pero no pude ir porque no bebo."

-La barca...

-...en que me iré lleva una cruz de olvido. Es una canción de uno de los hermanos Sáizar, un compositor que era muy amigo mío. Esa canción se hizo en una cantina. Lleva una cruz de olvido, lleva una cruz de amor y en esa cruz, sin ti, me moriré de hastío. ¡Qué divina letra!

-¿Le llegó el momento, como al andariego, de sentir la calma y el sosiego?

-Ey, junto a mi cruz tan solo quiero paz. No sé si el momento de la cruz, pero si de las horas de sosiego. Llegará la hora de la cruz. Pero entre tanto, no voy a estar tranquila. Me falta mucho por hacer. Me falta ver filmar la última película de Pedro (Almodóvar). Por ahí hay una sorpresa para mí, con un premio, pero no lo puedo decir todavía.

-¿Cómo se siente tener 88 años...?

-...¡Ah, Chihuahua, de la chingada!

-...Tener 88 años, con tanta fuerza, tanta lucidez, estar en tantos proyectos.

-Sí tú, casi 90, creo que es una enfermedad nueva que no está de moda. Porque a esta edad la gente se mete a los cuartos a rezar. Yo todavía me aviento a hacer cosas locas. Si Herzog me invita a irme otra vez a la Patagonia, voy. Tengo muy bien puestas las hormonas.
_
-El amor...

-...El amor no existe, es un invento en noches de borrachera. Cuando pasa la borrachera se acabó el amor. El amor es muy complejo y muy baboso.

-¿Le ha dolido el corazón?

-Yo amo con el hígado. El corazón no tiene nada que ver con esto.

-La soledad...

-Nací con ella. Libertad es soledad. Libertad es pobreza. Así que no me quejo. Prefiero estar sola y no tener dinero que estar atada.

-¿Qué le espera en la vida?

-Ahora tengo que dar cinco conciertos en España. Luego, tengo una invitación a Rusia. Desde el verano está ese proyecto pendiente. Me están llamando con gran insistencia. Es un concierto de tres generaciones de mujeres, María Bethania es una, una cantante rusa es otra y la tercera soy yo.

-Los jóvenes van a sus conciertos...

-Eso es bellísimo. Yo hablo con jóvenes. Ellos sienten las mismas cosas que sentía yo a su edad. Claro, ellos sí saben porqué les pasan las cosas, yo no sabía nada. Se identifican mucho con La canción de las cosas simples, de César Acella. Cuando yo digo: demórate aquí, con el sol mayor de este mediodía, lloran, pero con un llanto diferente al amor corriente. Es casi un sueño, una cosa rara. La música no tiene frontera, sexo, edad. Es o no es, te toca el alma, te despierta cosas muy hermosas.

-Es muy fuerte...

-Ey.
_
-Pero también frágil...

-Mucho. Me desbarato. Pero no lo digo. Entre más desbaratada estoy, reacciono con una fuerza brutal, sin una lágrima. Y no oculto esa parte de mi ser. Ni presumo ni lo escondo. Yo soy lo que soy.

-¿Quién es Chavela Vargas en Costa Rica?

-Nadie. Porque los ticos son ignorantes. ¿Un país que no tiene ejército y le declara la guerra a Irak? ¡Echamelo pa´cá! Ahí no tengo nada. Pero aquí en México tengo a mis amigos. En Guadalajara, en Tepoztlán. No carezco de nada.

-¿Lamentas sus años de parranda?

-No, yo era una vieja borracha. Fueron años simpatiquísimos, con José Alfredo Jiménez, que era el enamorado de todas las mujeres del mundo y me llevaba a darles serenata y al final de la noche se le descomponía su coche y yo lo tenía que empujar. Pero me estaba diciendo el doctor la semana antepasada: qué hígado más perfecto tengo. No me lo explico, es un hígado que se tomó 40 mil copas.

-No habla mucho sobre cómo salió del alcohol, de cómo se rehabilitó...

-Con muchos ovarios. Esa fue la batalla más dura de mi vida. El primer día que dejé de beber y empecé a sudar (Chavela se pasa las manos por la cara, como si reviviera las sensaciones terribles de la abstinencia) me estaba muriendo, y sin un quinto para comprar una vitamina. Y yo decía: tengo que salir de esto. Sola. Sola me aventé la eterna cruda. ¡Y salí! Tengo 25 años sin probar copa. Y soy el ser más feliz.

martes

¿Refugio?


¿Qué se puede esperar de un hombre que no te abraza cuando lloras?

viernes

De yaquis y fantasmas...


-¿Quienes son los yoris abuela?
Abandonó el tejido y después de un breve silencio me miro a los ojos. Pude sentir como algo le apretaba el pecho, como la voz le venía de lejos y la ahogaba. Deseaba poder suavizar su rostro y seguirle sonriendo a su nieta, pero no podía.
-Los güeros, como tú…


Hace unos días (y muchos años después de aquella charla) supe que este término es utilizado desde la época de la colonia por los grupos cahitas para referirse a los blancos o mestizos y que originalmente significaba “bestia fiera”. Se me aguaron los ojos.

lunes

Alguna vez...

Espolvoreaste la mezcla y seguiste batiendo
-Nuez picada, te estoy revelando uno de mis secretos más preciados.
Anda llévate a gato de aquí…
¿De cuándo me dijiste que es ese cuento?
-2001, algo así.
-Relee el inicio del segundo párrafo
-Un ángel se masturba en la esquina de la habitación…
Decoraste el postre y te inclinaste para levantarme, te acercaste a la barra, tome los platos y mire hacia la pared
-Nuestra sombra me recuerda a la nana del Conde Patolín
-¡Patula! ¡El Conde Patula!
-Su nana le decía ¡Patolín! A parte tú que vas a andar sabiendo, si ni es de tus tiempos
-¡Ay! china. Cuando ibas a clases los sábados, siempre salíamos tarde porque te quedabas viendo esa caricatura. Tiempo después fueron las aventuras de Billy & Mandy. Luego porque ibas a correr ó porque querías jugos mágicos, y la lista sigue. El hecho es que siempre salíamos tarde.
-Pero de buenas. Aparte ni estábamos hablando de puntualidad.
Le dices Patula por pura falta de confianza.

Una tristeza aguada, ensimismada.


Rodeo mi cintura con su brazo y coloco la mano sobre mi vientre
-¿Te duele…?
Tome su mano y me la lleve al pecho
-Tanto…

martes

¿Cómo decirlo mejor?

-Ayer estuve observando a los animales y me puse a pensar en ti. Las hembras son más tersas, más suaves y más dañinas. Antes de entregarse maltratan al macho, o huyen, se defienden ¿Por qué? Te he visto a ti también, como las palomas, enardeciéndote cuando yo estoy tranquilo. ¿Es que tu sangre y la mía se encienden a diferentes horas?

Ahora que estás dormida debías responderme. Tu respiración es tranquila y tienes el rostro desatado y los labios abiertos. Podrías decirlo todo sin aflicción, sin risas.

¿Es que somos distintos? ¿No te hicieron, pues, de mi costado, no me dueles?

Cuando estoy en ti, cuando me hago pequeño y me abrazas y me envuelves y te cierras como la flor con el insecto, sé algo, sabemos algo. La hembra es siempre más grande, de algún modo.

Nosotros nos salvamos de la muerte. ¿Por qué? Todas las noches nos salvamos. Quedamos juntos, en nuestros brazos, y yo empiezo a crecer como el día.

Algo he de andar buscando en ti, algo mío que tú eres y que no has de darme nunca.

¿Por qué nos separaron? Me haces falta para andar, para ver, como un tercer ojo, como otro pie que sólo yo sé que tuve.


Fragmento del Poema Adán y Eva
¡Gracias! Señor Jaime Sabines

jueves

Refugios vigentes (antes de los 26)

-El café, siempre el café.
-El costado del hombre que me acompaña, su piel morena, su sexo.
-Las tardes en Lulio, la buena compañía.
-Jodoroswky, y dónde mejor canta un pájaro (gracias Carlitos).
-El té negro con un poco de crema y miel.
-Mi cama con su cobertor verde. El descanso y el llanto.
-El cuento, los cuentos. Mis cuentos.
-La tierra, el sol (Mamita dios, Padre…)
-La presencia de mis hermanos y cada una de sus palabras.
-La música y los viajes… El arte (y el acto creativo).
-La partida del Sr. Benedetti y la Sra. Mercedes Sosa.
-La lectura en voz alta.
-El regreso de los entrañabilisimos (las justas y necesarias veces).
-Los recuerdos, y la bendita oportunidad de equivocarme y que aun haya vida…
-La idea de abandonarlo todo y desaparecer.
-Mi casa con su jardín, la risa.
-El silencio, la soledad, el amor. El olvido.

Los invito a compartir sus últimos refugios, el café esta servido…

viernes

¿El amor después del amor?

Acerco su dedo índice a mi mejilla, recogió la lágrima e inclinando la cabeza se santiguo con ella. Con reverencia mojo sus labios. Se acerco despacio y lamió cada gota como si se tratara del acto más sagrado.

miércoles

Orugas y quimeras

Desperté justo cuando la morena de caderas angulosas se abrazaba a mi cintura. Abrí los ojos con el corazón en las sienes y la boca seca.
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Dormías a mi lado, hermosa y desarreglada, media envuelta. Te abrace por la espalada estrujando tus senos, descendí bruscamente y agarrándome a los huesos de tus caderas, te pegue a mi cuerpo.
-Soñé contigo morochita. Tenías la piel azul y un par de alas como de arpía.
Gemiste y te abrazaste a mi nuca. El sudor y la calidez de tu cuerpo me guiaron, te hable bonito. Bese tus manos, tu espalda.
Con mis manos, llegaron las plegarias, los rezos, los insultos (te movías como aquellas orugas que observaba cuando niña). Seguí lento, suave, y al fin te abriste a mí. Me hundí en tus muslos, te bebí completa…

martes

De hombres y sueños

-¿Entonces lo intentaremos? ¿Volverás a casa?
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En cuanto ingreso a la alcoba pudo sentir esa otra presencia, ese algo que enrarece el aire cuando alguien mas pasa tiempo en un espacio que no le es propio. Respiro hondo tratando de limpiar su mente, convenciéndose de que él no tendría porque mentirle...
Esa misma noche aquel sueño: él con otra mujer. Despertó sudando, llena de rabia, avergonzada. Reclamándole a sus aliados, a la energía de la habitación. Repitiéndose que estaba enferma, que aquellos celos ni eran de ella, ni tenían fundamento alguno. Las cosas no estaban bien entre ellos eso era cierto, habían comenzado a pelear, y él se negaba a “estar” con ella, pero mentir no era su estilo.
Evito dormir en aquella casa que ya no sentía suya, con diversos argumentos, que el trabajo, que su alergia a la cal con la que pintaron las paredes y a la humedad, que el frío de en la mañana, que las levantadas mas temprano, etc. Pero había días, en los que decidía (ó tenía que) ceder, días en los que invariablemente se presentaba aquella mujer en la habitación.
Cuando despertó “su lugar” aun estaba tibio, la sal del sudor le ardía en los ojos, tenía la garganta seca y los puños apretados, maldijo en voz alta y se sentó de golpe, el piso estaba helado, se frotó la cara con ambas manos buscando su ropa, el cajón del buró estaba entreabierto, dentro: aquella cartera negra y tres pulseras de mujer.
Se dijo a si misma:
-¡Enferma! deben ser de su hermana, a eso se dedica ¿no?
-Ya vete a tu casa y déjame en paz.
Se puso el pantalón, y las botas. El equipo estaba encendido.
-No puedes manejar así, un par de canciones y nos vamos.
Movió el Mouse y el monitor se encendió, su foto ya no aparecía en el escritorio, el mensajero estaba abierto, con el corazón agitado cerro la sesión. Abrió su carpeta con la intención de dejar una nota.
-Ammh ¿Dónde demonios estaba el archivo?
-Te lo enviaste desde la oficina reina.
Y sí, justo en la carpeta de Archivos recibidos, encontró lo que no buscaba. Documentos de Word con títulos como: nuestra primera vez, son sólo tres semanas y ya te amo, y fotos de una chica rubia de piel bronceada, con risa de niña.
-¡Puta madre! Sí serás pendeja.
-A ver checa las fechas.
-Tranquila no debe ser nada.
-No me jodas, ya vete a tu casa, mas tarde lo aclararás con él
-¡Chale! ¿Dónde putas esta mi blusa?
Se agacho y miro bajo la cama, estaba entre el buró y una de las patas, se coló a gatas y en medio del polvo jaló la blusa, el buró le cayó encima, con lámpara, vaso y libros incluidos.
-Hasta pareces nueva reina, si este pinche mueble es de la edad del caldo.
-Lo que me faltaba como si hubiera repuesto de tobillo.
Sacudió su cuerpo con la prenda, y levanto el mueble. ¡Oh, sorpresa! un paquete de 9 condones. Faltaban tres.
-¿Alguna duda hija de puta?
-Por eso se negaba a hacerlo contigo…
-¡Ah! pero las visiones no alcanzan ¿verdad?
-Te mintió.
Aventó el paquete sobre la cama y se dirigió hacia el librero. Estaba decidida a destrozarlo todo, se sentía devastada pero tan fuerte. Se paro frente al espejo y miro detenidamente: la vena del centro de su frente palpitaba, el rostro deforme por el llanto, la piel roja, las manos temblando; y aquella expresión: la misma de su madre. La recordó gritando y rompiendo cosas, llena de ira y de tristeza, con la quijada temblando. Recordó los golpes, la sangre, los insultos, los equipajes, y a los grandísimos hijos de puta. Miro a su madre en ella y sintió un miedo profundo, y lloro con más fuerza…
-No tienes nada más que hacer aquí querida, vámonos a casa…
Tomo un par de fotos y aquella figurilla que guardaba la promesa del amor eterno, las metió en la mochila y salió.
Justo cuando arrancaba sonó el teléfono, era él. Metió reversa y golpeo el naranjo, contesto con la única intención de colgar, y justo ahí lo pensó
-Y si sólo empujo el acelerador y me estrelló.
-No seas infantil, y bájate.
En la casa de al lado un hombre de unos 50 años lavaba su auto, se acerco llorando, descalza…
-Señor, puede ayudarme a sacar la camioneta. Sino la voy a estrellar.
-Pero ¿qué pasó señorita?
-Nada sólo estoy muy enojada.
-Ya verá que no vale la pena, ahorita la muevo, tranquilícese, no es bueno que maneje así.
Cuando se acomodo en el asiento se percato de que la trompa miraba al este. Miro los rayos del sol y deseo poder caminar sobre ellos, deseo que el sol la consumiera. Deseo que con el pensamiento que un fuego comenzará a arder desde el centro de su ser. ¿Por qué dolía tanto? ¿Por qué?
Por fin llego a casa. Uso el único remedio que conocía pa’ la traición, y la perdida de fe, pa’l corazón roto: lloró por días, se echo al exilio. Se desnudo y dejo caer su cuerpo en la tierra, cogio su corazón y lo lavo despacio, le hablo bajito, lo dejo reposando en un vaso de tequila. Se arranco el ego y lo enterró bien hondo, canto desde las entrañas deseando que el dolor le abandonara el cuerpo. Olvido el alimento, y fumo hasta que su garganta no pudo más. Lamió cada gota de café cómo si se jugase la vida en ello. Regreso a cada uno de “sus” libros cual hijo prodigo. Agazapada y en silencio contemplo el espejo: era ella y no era ella, se arranco el rostro y sin prisa se entrego a la madre.

La misma lluvia


Acá le ha dado por llover a eso de las 6 am. Minutos antes, el viento arrecia y cuando menos se lo espera uno, el cielo se desparrama cual balde en Sábado de Gloria*, la lluvia cae serena pero tupida, consistente. Por la ventana puedo ver como la piel del arrayán cambia de color, sus hojas brillan, recordándome los pasillos de la casa de Jala, y aquella charla:
-Sí mijita, a las plantas hay que platicarles y hablarles por su nombre
-Mira Gertrudis ella es nieta de mi prima, dice que quiere aprender sobre ustedes. Yo le digo que para eso primero hay que quererlas
Sacudiéndola la planta con firmeza
-¿Verdad que así es en todo mi Gertrudis preciosa?
-Echarles su agüita, ganarse su confianza…
Metiendo una varita en la tierra para aflojarla
-Darles su masajito. A las menos ariscas hasta hay que acariciarlas
Saco un cuchillo pequeño y filoso del delantal, partió una naranja y con el juego comenzó a limpiar hoja por hoja.
-Y mira que contentas se ponen cuando uno las pone guapas…

Años después un hombre me dijo que las plantas eran el lenguaje de la madre, su voz. En ese momento entendí que era “eso” que tenía ella, esa nubecita sobre sus ojos al servir la canela con su respectivo chorrito de leche, la luz en su sonrisa al hacer las gorditas de maíz, sus uñas fuertes, y su intuición infalible pa’ curar con sus hierbitas, como solía llamarlas.
-Ándale no seas rejega, tómatelo todo. Las plantitas “saben”

Así es, llueve cada día hasta eso de las 8-8.30, no huele a tierra mojada como en el pueblo. Acá la tierra esta ahogada, y el agua no va a los ríos. Todo mundo usa paraguas y el agua que nos moja camino al trabajo, no es la que cae del cielo sino la que los autos levantan con su prisa, falta de empatía, y como muestra de status.
Acá no hay abuelas que le ofrecen tesitos a una, o que te digan que estas hecha una sopa y te sequen los zapatos en el horno de la estufa. Tampoco pajaretes* (y bendito sea dios). Mucho menos niños jugando en los charcos ó mujeres corriendo para ir a la tienda.
Pero la lluvia es la misma de nuestros abuelos, de nuestros padres, y será la de nuestros hijos. Y seguirá limpiándonos, hablándonos muy a su modo de la vida, de cómo todo se transforma, del sacrificio.
Es tanto lo que damos por obvio, por dado. Quizás un día aprendamos a honrar nuestra sangre y su memoria. La sangre de nuestra tierra, nuestra casa, nuestro viaje.


*en algunos pueblos de México la gente acostumbra mojarse para celebrar el Sábado de Gloria (semana santa). Los niños prácticamente cazan a los olvidadizos con globos y baldes llenos de agua
*bebida acostumbrada en el campo, preparada con leche recién ordeñada, una onza de alcohol y chocolate en polvo

miércoles

De trenzas y juegos de fe

Recibí tu llamaba, salí para encontrarte. Lucías tan distinto, tan de revista. Llevabas el cabello corto por primera vez en los últimos 8 años, los rasgos más afilados, el mismo aroma. Nos abrazamos y salimos rumbo al centro. Entramos a un café, donde como siempre, todo el mundo parecía conocerte. Ordenaste en mi nombre, sin preguntar:
-Un expreso doble helado, y un poco de leche para mí; un expreso triple para la señorita
-No me veas así, sé que a pesar de que quedamos de comer juntos, dudaste que llegaría y comiste; y he probado el café aquí. Tendrá el sabor justo.
Me acercaste demasiado con el pretexto de escucharme mejor, me hablaste de Adriana, de la Doctora, de tu mamá y hermanos, de lo cercano que estaba el aniversario de tu papá. Me pediste que fumara contigo y tomaste una de mis trenzas
-¿Alguna vez te he dicho, cuánto me gustas?
Moviendo la cabeza respondí que no, y era verdad.

Cancele mis asuntos de la tarde y te acompañe a ver salas. Daba gusto caminar por ese centro lleno de lucecitas, tomados de la mano, jugando a ser pareja.
Caminamos por horas, llegamos a tu moto cansados y hambrientos. Me pusiste unos guantes grandísimos y me arropaste antes de subir. Con y sin el pretexto del frío me pegue a tu cuerpo. Metiste mis manos en las bolsas de tu chamarra. Acariciaste mis piernas, mi cadera, me miraste por el retrovisor y arrancaste. Sonreí y pensé: todo tú eres una insinuación, segundos después te lo dije aun sonriendo. Me abrace a tu ego.

Te miré mientras esperábamos la cena, era tan extraño ver como te habías convertido en hombre, como de un día a otro todos parecían estarse haciendo hombres.
En medio de la charla me pediste que me casara contigo, sonreí y como cada vez que hablabas de ese tipo de temas repetí tu nombre completo y para terminar dije ¡por favor!, a pesar de mis reacciones, no puede evitar saberte distinto.
Minutos después, antes de ordenar una Coca Cola, me preguntaste si aun estaba en pie eso de tener un hijo. Años atrás mientras mirábamos infomerciales, como si tuviéramos algún tipo de relación estable; me propusiste tener un hijo, reí como siempre…
-¿Ahorita, ya? Y como si fuera necesario te explique que ni siquiera sabía si quería tener hijos algún día.
-Entiendo, pero de verdad si algún día quieres tenerlos, búscame.
-¿Y que tal, si ya estas casado y todo eso…?
-No importa. Búscame.
Exhale despacio regresando al ahora del café
-Quizás en unos 3 años.
-¿Para qué 3 años? Acepta que nos quedarían bien bonitos
-Tengo muchas cosas que hacer antes
-Ay, niña. Si yo voy a estar ahí para que no tengas que dejar nada.

Termine mi ensalada y me llevaste a casa.

Llegamos tiritando, te pedí permiso para quitarme los tacones, termine en camiseta y pantalones de dormir. Deshiciste mis trenzas, fuiste por aceite y sobaste mis pies, mis piernas, mis manos. Me deje mimar, me acurruque. Cuando estaba a punto de dormir, comenzaste a besarme, a acariciarme lento, concienzudamente. Hasta que no quedo un espacio que sintiera mío. Me pediste que te abrazara justo en el momento que entraste en mí.
…y así fue, te abracé fuerte, te recibí. Como si no te conociera y creyera en nosotros…

lunes

y luego, la montaña

Llegamos a Tlaltenango ya muy entrada la madrugada, todos parecían despiertos, muchos preguntaron a donde íbamos, no pretendí entender tus respuestas. En ese viaje yo era la mujer de mi cuento, la de la voz guardada y la piel color oliva, tú eras el Dante hostil y divertido, estábamos de paso.
La noche pesaba como nunca antes, nos penetrada insistente, nos enraizaba. Utilizamos nuestra única carta y entramos a un hotel, el corredor parecía interminable, del techo colgaban algunos helechos, había un garrafón a cada lado y un pequeño mostrador. Pagaste dos noches, y tomaste la llave.
-El primer cuarto, subiendo la escalera al lado izquierdo.
Te adelantaste para encender la luz; nuestro colchón estaba forrado de plástico, el piso era de ese verde que sólo hay en los hospitales viejos de aquí de México, el salitre brotaba de las paredes, los vidrios estaban pintados de negro. No me atreví a quitarme la ropa, tenía miedo de que mi molde no lograra contener mi forma, de volverme otras cosas. Me miraste condescendiente y me invitaste a la cama
- Pero no puede acostarse con todo eso señorita, al menos quítese las sandalias.
Dirigiste mi movimiento y de a poco me sentaste, tomaste una camiseta y la sumergiste en el agua, la exprimiste, me limpiaste la cara y desnudaste mis pies para continuar con el baño. Me miraste antes de tomarme por la cintura y tumbarme en la cama:
- ¡Ahora si señorita! Venga, que la vamos a dormir.

miércoles

Sugar apple

Caminabas delante de un tipo gordo con apariencia de productor de película porno. Sostuve tu mirada fija y lascivamente, rememorando el recorrido de mis ojos por tu cuerpo

Tacón: numero 12
Material: piel de cocodrilo
Pedicure: intacto
Piernas: largas y fuertes
Caderas: de yegua
Vestido: Channel
Senos: redondos
Escote: innecesario

En resumen: exuberante con porte de caballo de exhibición.

Pose mi atención un par de segundos en él sin evitar sentir un poco de asco; bendije al caribe acomodando mi servilleta y ordene el plato fuerte. Te conté entre mis razones para asistir a las cenas formales.

El día que visitamos Dominica, ya de regreso en el barco. Cogí un termo, lo llene de café y me refugie en el 3 nivel (donde sólo había camarotes y carritos con ropa por lavar). No quería saber de nadie, y la imagen de tus piernas al salir del salón no era suficiente para el arreglo y la convivencia requeridos. Así que me deje atrapar por la estela y los colores del océano.

Te acercaste sin hacer ruido, y te dirigiste a mí entre arrogante y despectiva.
-¿Tenés algún asunto conmigo?
Respondí aun molesta por tu intromisión.
-Ninguno, estas buena y ya.
-Falta de confianza.
-No me alcanza querida.
-¡Ah! ¿No?
-El valor de tus sandalias supera el de mi equipaje completo.
Te descalzaste y me entregaste el par de tacones. Bajaste el cierre del vestido y lo dejaste caer, retiraste los pendientes y el brazalete.
-¿Esto? ¿Te refieres a esto?
Quédatelo.
-¿Pretendes volver así a tu habitación?
-No. Pretendo ir así hacia la tuya.
-Debes ser una broma más del señor dios ó del señor lucifer. Quizás una alucinación a consecuencia de los días sobre el mar ó de los alimentos del caribe.
-Ni broma, ni alucinación, tampoco es como que ande caritativa. Quiero tu piel blanca, y eso que guardas en el pecho.

Bendito y maldito pago en especie.

viernes

De robos y conciencia moral


Es extraño como la vida se empalma. Ayer (gracias a la recomendación de Carlitos) comencé mi primer libro del señor Saramago “Ensayo sobre la ceguera”. En las primeras paginas un hombre se queda ciego mientras conduce (bueno en realidad en un alto) después de la conmoción, un buen samaritano se ofrece a llevarlo a casa y le roba el auto. El texto aborda el suceso desde varias perspectivas, la que tiene que ver con la naturaleza humana, la conciencia moral y demás etcéteras. Cerré el libro en la página 17, página en la que por cierto el ladrón se queda ciego.
Minutos después llegué a casa, y fui recibida con la sorpresa de que alguien entro y se llevo mi lap. A excepción de un par de detalles todo guardaba el orden habitual. Digamos que fui saqueada con elegancia ó falta de creatividad (no hubo chapas forzadas, ni vidrios, ni una pinche notita). Como es mi estilo, primero me asuste, después me preocupe, enseguida analice el cuadro y contemple a él ó los probables responsables, los escenarios futuros probables etc. Y al final me encabrone.
Estoy indignada es cierto, pero no tiene que ver con las tonterías que se llevaron, sino con la idea de que “alguien” haya entrado con tal ligereza a mi casa, el sitio en el que descanso, donde encuentro paz y silencio, seguridad. El lugar al que contadísimas personas entran. Me siento ultrajada, y vaya que jamás pensé que usaría esa palabra en una frase.

Lo cómico y absurdo del asunto es que en lo primero que pensé esta mañana al recordar el texto, fue: Sincronía.

Y bueno, aprovechando el foro y agradeciendo su empatía (ó sin ella) no me guardaré las ganas de mandar a rechingar a su puta madre al cabrón responsable. Ustedes “dispensaran” las palabrotas, pero qué bonito es desahogarse.

miércoles

De cigarros y encuentros


Fue una noche larga, llegué con el tiempo justo para bañarme y salir. Antes de tomar las llaves un escalofrío me paralizo, algo no andaba bien, pero aun estaba un poco ebria y no había sueños que recapitular.

Después de mi primer clase salí a desayunar. En mi estado la fila parecía inmensa, tome un muffin y me serví café. Mientras esperaba, pensé en el método más efectivo y accesible para quitarme ese “frío de huesos”, visualice un sitio soleado, tranquilo y alejado, pedí unos Marlboro rojos e incline el rostro para revisar mi bolso en busca de efectivo, al incorporarme me tope con tu reflejo: venías caminando con Rodo, ambos sonreían. Por un momento dude, que harías tú en la universidad. ¿Sí, qué diantres harías tú ahí? Tome la cajetilla, y salí maldiciendo.
Ese mismo mes te había visto en el cine de la mano de aquella chica, y cruzando una avenida. Siempre te evite y ahora, decidías aparecer aquí.

Terminé el examen y salí de inmediato. Cuando estaba por arrancar me interrumpió el rechingado sonido del celular vibrando sobre el tablero
-Reina olvidaste tu libro
Deje el motor encendido y regrese respirando hondo.
_____
Nos encontramos en el descanso del primer piso. Esta vez no había como perderme, no había como perdernos. Apreté el libro contra mi pecho, te miré a los ojos y dije: hola. Te acercaste sin hablar, apoyaste tus manos en mi cintura. Nos besamos despacio, boba e ingenuamente. Como si nunca te hubiese mentido, como si tu mano izquierda no hubieses sostenido la manija de mi puerta un año antes, y me hubieras dicho: por favor…dime que no me vaya

Amarres y luces


-Te compré algo
Dicho esto me entregaste un envoltorio de papel arroz.
-Anda, póntelo…

Pase al baño. Era una habitación amplia y fría, repleta de espejos. La cantidad de luces me hizo sentir cada una de mis imperfecciones. Deposité el bulto sobre el lavabo y abrí mi bolso, por primera vez me recrimine por sólo cargar chiles, cartera, llaves y brillo labial. Tomé un poco de crema y con un trozo de papel limpie la sombra bajo mis pestañas. Use un poco de brillo, y me acomode el cabello sin dejar de pensar en mi ofendida autoestima. Acerque el paquete, al deshacer el nudo, resbalo una batita blanca satinada. Dude un poco. Tu voz me hizo saltar
-¿Quieres vino?
-Sólo un poco
-¿Qué tanto haces ahí dentro?
-Nada ya voy
Le saqué la lengua al espejo y me desvestí. La tela era exquisita. Probé con y sin tacones, elegí con, y agradecí que combinaran a la perfección con la ropa interior. Le gruñí al espejo y salí sin pensar demasiado.
Al verme, dejaste las copas sobre la mesa. Lucías tan complacida. Amarraste un listón a mi antebrazo y me llevaste al balcón. Había una silla de madera muy parecida a las que siempre imagino en el cuento de Ricitos de Oro, pulidita y rustica. Siguiendo tu indicación me senté. Te arrodillaste sin dejar de mirarme, separaste mis piernas y ataste mis tobillos a las patas de la silla, llevaste mis muñecas hacia atrás y ajustaste el nudo. Te levantaste apreciando el cuadro, apretaste los labios y retiraste el listón de mi brazo para rodear mi cuello con el.
-Así esta mejor.
Acercaste una de las lámparas, he hiciste las primeras cuatro tomas
-Muy bien, ahora dame un segundo.
Sacaste unas tijeras plateadas, rozaste mis senos y vientre con ellas, hasta depositarlas entre mis piernas.
-Abre bien los ojos. Gira un poco tu cabeza hacia la puerta. Así, justo así. Sólo una toma más.
Apagaste el foco y comenzaste a besarme: el cuello, las manos, la cintura. Subiste despacio, hasta llegar a mi pecho. Tu estancia ahí se prolongo en esa atemporalidad que guarda el placer. Cuando llegue, tus labios soltaron mi pezón y tu mano izquierda jaló la soga que ataba mis manos. Alejaste tu cuerpo del mío, me abofeteaste una, dos, tres, cuatro, cinco veces y tomaste la cámara.
-¡Demonios! necesitamos un asistente, detesto tener que dejarte para acomodar las luces.
Un par de clicks y te montaste en mi. Cerré los ojos. El frío de las tijeras rozando mi cadera me hizo volver, cortaste mi ropa interior y conteniéndote diste un clic más.
Me miraste preguntando, asentí. Echaste la cabeza hacia atrás, y con tu mano izquierda tapando mi boca, te derramaste. Exhausta me apoye en tus senos. Sin dejar de escuchar tu corazón, agradecí la experiencia del placer y todos sus rostros.