viernes

Hundirse en dios

El sudor de él le caía sobre el pecho, su cabello estilaba y el rostro le ardía. El mundo se detuvo, se partió en dos, en cuatro, en mil. Ella era aquel volcán y la serpiente. Frío y calor, calor y frío. Olas y la fuerza de mil soles agolpados en su garganta. Se experimentó como energía pura y estalló, abandonó su cuerpo y se sostuvo en aquella pausa por un par de segundos. Sintió como se hundía en dios y era dios al mismo tiempo. Sus músculos se tensaron, arqueo la espina y echó la cabeza hacia atrás: regresó. Dejó caer su peso sobre él y lentamente recobró la consciencia, abrió los ojos con aquella sensación de quien recién nace y con la devoción de una santa susurro: orgasmos redentores.

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