- En aquel sueño, él y yo hacíamos el amor en un colchón que flotaba sobre el mar, el agua tenía un resplandor dorado y era tan clara que permitía ver el fondo, la arena era de tonos pastel: rosa, café, verde y azul, los colores guardaban la simetría del helado napolitano.
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-En mi casa mental, hay un sitio llamado el horno de la gracia, un lugar de ladrillos rojos con una ventana y un gran botón de inicio, donde uno va y coloca aquello que quiere crear o resolver sin pensar en el cómo o en los cuándos.
Ayer visite esa habitación con la intención de sacar “algo”, para mi sorpresa al abrir la puerta, salió una luz titilante que después de una breve danza y con esa gracia que caracteriza a las visiones, se transformo en un ave muy parecida al quetzal. Se elevo hasta el techo mostrando el azul iridiscente de las largas plumas de su cola. Ambas quedamos suspendidas, observándonos, maravilladas. Nadie se movió, sin embargo ella rodeo mi cuello amorosamente y se quedo conmigo en forma del collar más hermoso que jamás vi.
- Cuando escucho hablar del equilibrio divino, mi mente me lleva a una habitación con poquísima luz donde una bola luminosa del tamaño de mi puño flota apaciblemente.
- Me gusta no entender el gozo que experimenta mi corazón, al ver las montañas que rodean esta ciudad ¿Cómo comprender la maravilla del abrazo de las nubes y su constante movimiento?
Eso es arte. Aquello que logra conmoverte hasta la medula.
- La cadena de mariposas doradas que me une al cielo y me conecta con la tierra, el polvito sanador de sus alas, los aleteos dulces sobre mis ojos, sobre aquello que hay que reparar.
- La gran comunidad espiritual de la que soy parte.
- Las manos de mi abuela.
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-En mi casa mental, hay un sitio llamado el horno de la gracia, un lugar de ladrillos rojos con una ventana y un gran botón de inicio, donde uno va y coloca aquello que quiere crear o resolver sin pensar en el cómo o en los cuándos.
Ayer visite esa habitación con la intención de sacar “algo”, para mi sorpresa al abrir la puerta, salió una luz titilante que después de una breve danza y con esa gracia que caracteriza a las visiones, se transformo en un ave muy parecida al quetzal. Se elevo hasta el techo mostrando el azul iridiscente de las largas plumas de su cola. Ambas quedamos suspendidas, observándonos, maravilladas. Nadie se movió, sin embargo ella rodeo mi cuello amorosamente y se quedo conmigo en forma del collar más hermoso que jamás vi.
- Cuando escucho hablar del equilibrio divino, mi mente me lleva a una habitación con poquísima luz donde una bola luminosa del tamaño de mi puño flota apaciblemente.
- Me gusta no entender el gozo que experimenta mi corazón, al ver las montañas que rodean esta ciudad ¿Cómo comprender la maravilla del abrazo de las nubes y su constante movimiento?
Eso es arte. Aquello que logra conmoverte hasta la medula.
- La cadena de mariposas doradas que me une al cielo y me conecta con la tierra, el polvito sanador de sus alas, los aleteos dulces sobre mis ojos, sobre aquello que hay que reparar.
- La gran comunidad espiritual de la que soy parte.
- Las manos de mi abuela.
Estupenda imaginación llena de colorido y de goce por la vida. Un estado de felicidad que se disfruta justo en el instante en el que te sorprende, bien desde las nubes en movimiento, bien saliendo de un horno imaginario o haciendo el amor en un colchón que flota sobre el mar.
ResponderEliminarSaludos y me gustó tu blog.
Gracias Gustavo,
ResponderEliminarQué gusto tenerte en esta casa,
Un abrazo lleno de color y agua.
Me encanto el final... Y el haber llegado a tus manos y tus rostros...
ResponderEliminarUn gran abrazo
Es hermoso ver que el mundo de los Blogs, aun tiene con que sorprendernos.
ResponderEliminarQué lindo encuentro, qué buenas fotografías :)
¡Salú por ti!