Mis pies se apoyan firmemente sobre los hombros de mi madre, puedo mirar a mis abuelas, a sus madres, a cada una de las mujeres que nos antecedieron, sosteniéndose unas a otras en una columna infinita, eterna. Puedo sentir la fuerza y el conocimiento de las antigüas, puedo mirarlas: sonrientes, gordas, viejas, frondosas y de caderas anchas; enraizadas…despiertas, unas con la tierra. Y es como si mi mirada, involucrase la de todas; como si la contemplación nos permitiese ser una… y todas al mismo tiempo
Interesante escrito.
ResponderEliminarSaludos
Anthony