viernes

¿El amor después del amor?

Acerco su dedo índice a mi mejilla, recogió la lágrima e inclinando la cabeza se santiguo con ella. Con reverencia mojo sus labios. Se acerco despacio y lamió cada gota como si se tratara del acto más sagrado.

miércoles

Orugas y quimeras

Desperté justo cuando la morena de caderas angulosas se abrazaba a mi cintura. Abrí los ojos con el corazón en las sienes y la boca seca.
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Dormías a mi lado, hermosa y desarreglada, media envuelta. Te abrace por la espalada estrujando tus senos, descendí bruscamente y agarrándome a los huesos de tus caderas, te pegue a mi cuerpo.
-Soñé contigo morochita. Tenías la piel azul y un par de alas como de arpía.
Gemiste y te abrazaste a mi nuca. El sudor y la calidez de tu cuerpo me guiaron, te hable bonito. Bese tus manos, tu espalda.
Con mis manos, llegaron las plegarias, los rezos, los insultos (te movías como aquellas orugas que observaba cuando niña). Seguí lento, suave, y al fin te abriste a mí. Me hundí en tus muslos, te bebí completa…

martes

De hombres y sueños

-¿Entonces lo intentaremos? ¿Volverás a casa?
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En cuanto ingreso a la alcoba pudo sentir esa otra presencia, ese algo que enrarece el aire cuando alguien mas pasa tiempo en un espacio que no le es propio. Respiro hondo tratando de limpiar su mente, convenciéndose de que él no tendría porque mentirle...
Esa misma noche aquel sueño: él con otra mujer. Despertó sudando, llena de rabia, avergonzada. Reclamándole a sus aliados, a la energía de la habitación. Repitiéndose que estaba enferma, que aquellos celos ni eran de ella, ni tenían fundamento alguno. Las cosas no estaban bien entre ellos eso era cierto, habían comenzado a pelear, y él se negaba a “estar” con ella, pero mentir no era su estilo.
Evito dormir en aquella casa que ya no sentía suya, con diversos argumentos, que el trabajo, que su alergia a la cal con la que pintaron las paredes y a la humedad, que el frío de en la mañana, que las levantadas mas temprano, etc. Pero había días, en los que decidía (ó tenía que) ceder, días en los que invariablemente se presentaba aquella mujer en la habitación.
Cuando despertó “su lugar” aun estaba tibio, la sal del sudor le ardía en los ojos, tenía la garganta seca y los puños apretados, maldijo en voz alta y se sentó de golpe, el piso estaba helado, se frotó la cara con ambas manos buscando su ropa, el cajón del buró estaba entreabierto, dentro: aquella cartera negra y tres pulseras de mujer.
Se dijo a si misma:
-¡Enferma! deben ser de su hermana, a eso se dedica ¿no?
-Ya vete a tu casa y déjame en paz.
Se puso el pantalón, y las botas. El equipo estaba encendido.
-No puedes manejar así, un par de canciones y nos vamos.
Movió el Mouse y el monitor se encendió, su foto ya no aparecía en el escritorio, el mensajero estaba abierto, con el corazón agitado cerro la sesión. Abrió su carpeta con la intención de dejar una nota.
-Ammh ¿Dónde demonios estaba el archivo?
-Te lo enviaste desde la oficina reina.
Y sí, justo en la carpeta de Archivos recibidos, encontró lo que no buscaba. Documentos de Word con títulos como: nuestra primera vez, son sólo tres semanas y ya te amo, y fotos de una chica rubia de piel bronceada, con risa de niña.
-¡Puta madre! Sí serás pendeja.
-A ver checa las fechas.
-Tranquila no debe ser nada.
-No me jodas, ya vete a tu casa, mas tarde lo aclararás con él
-¡Chale! ¿Dónde putas esta mi blusa?
Se agacho y miro bajo la cama, estaba entre el buró y una de las patas, se coló a gatas y en medio del polvo jaló la blusa, el buró le cayó encima, con lámpara, vaso y libros incluidos.
-Hasta pareces nueva reina, si este pinche mueble es de la edad del caldo.
-Lo que me faltaba como si hubiera repuesto de tobillo.
Sacudió su cuerpo con la prenda, y levanto el mueble. ¡Oh, sorpresa! un paquete de 9 condones. Faltaban tres.
-¿Alguna duda hija de puta?
-Por eso se negaba a hacerlo contigo…
-¡Ah! pero las visiones no alcanzan ¿verdad?
-Te mintió.
Aventó el paquete sobre la cama y se dirigió hacia el librero. Estaba decidida a destrozarlo todo, se sentía devastada pero tan fuerte. Se paro frente al espejo y miro detenidamente: la vena del centro de su frente palpitaba, el rostro deforme por el llanto, la piel roja, las manos temblando; y aquella expresión: la misma de su madre. La recordó gritando y rompiendo cosas, llena de ira y de tristeza, con la quijada temblando. Recordó los golpes, la sangre, los insultos, los equipajes, y a los grandísimos hijos de puta. Miro a su madre en ella y sintió un miedo profundo, y lloro con más fuerza…
-No tienes nada más que hacer aquí querida, vámonos a casa…
Tomo un par de fotos y aquella figurilla que guardaba la promesa del amor eterno, las metió en la mochila y salió.
Justo cuando arrancaba sonó el teléfono, era él. Metió reversa y golpeo el naranjo, contesto con la única intención de colgar, y justo ahí lo pensó
-Y si sólo empujo el acelerador y me estrelló.
-No seas infantil, y bájate.
En la casa de al lado un hombre de unos 50 años lavaba su auto, se acerco llorando, descalza…
-Señor, puede ayudarme a sacar la camioneta. Sino la voy a estrellar.
-Pero ¿qué pasó señorita?
-Nada sólo estoy muy enojada.
-Ya verá que no vale la pena, ahorita la muevo, tranquilícese, no es bueno que maneje así.
Cuando se acomodo en el asiento se percato de que la trompa miraba al este. Miro los rayos del sol y deseo poder caminar sobre ellos, deseo que el sol la consumiera. Deseo que con el pensamiento que un fuego comenzará a arder desde el centro de su ser. ¿Por qué dolía tanto? ¿Por qué?
Por fin llego a casa. Uso el único remedio que conocía pa’ la traición, y la perdida de fe, pa’l corazón roto: lloró por días, se echo al exilio. Se desnudo y dejo caer su cuerpo en la tierra, cogio su corazón y lo lavo despacio, le hablo bajito, lo dejo reposando en un vaso de tequila. Se arranco el ego y lo enterró bien hondo, canto desde las entrañas deseando que el dolor le abandonara el cuerpo. Olvido el alimento, y fumo hasta que su garganta no pudo más. Lamió cada gota de café cómo si se jugase la vida en ello. Regreso a cada uno de “sus” libros cual hijo prodigo. Agazapada y en silencio contemplo el espejo: era ella y no era ella, se arranco el rostro y sin prisa se entrego a la madre.