viernes

Hundirse en dios

El sudor de él le caía sobre el pecho, su cabello estilaba y el rostro le ardía. El mundo se detuvo, se partió en dos, en cuatro, en mil. Ella era aquel volcán y la serpiente. Frío y calor, calor y frío. Olas y la fuerza de mil soles agolpados en su garganta. Se experimentó como energía pura y estalló, abandonó su cuerpo y se sostuvo en aquella pausa por un par de segundos. Sintió como se hundía en dios y era dios al mismo tiempo. Sus músculos se tensaron, arqueo la espina y echó la cabeza hacia atrás: regresó. Dejó caer su peso sobre él y lentamente recobró la consciencia, abrió los ojos con aquella sensación de quien recién nace y con la devoción de una santa susurro: orgasmos redentores.

Postales para conservar

- En aquel sueño, él y yo hacíamos el amor en un colchón que flotaba sobre el mar, el agua tenía un resplandor dorado y era tan clara que permitía ver el fondo, la arena era de tonos pastel: rosa, café, verde y azul, los colores guardaban la simetría del helado napolitano.
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-En mi casa mental, hay un sitio llamado el horno de la gracia, un lugar de ladrillos rojos con una ventana y un gran botón de inicio, donde uno va y coloca aquello que quiere crear o resolver sin pensar en el cómo o en los cuándos.
Ayer visite esa habitación con la intención de sacar “algo”, para mi sorpresa al abrir la puerta, salió una luz titilante que después de una breve danza y con esa gracia que caracteriza a las visiones, se transformo en un ave muy parecida al quetzal. Se elevo hasta el techo mostrando el azul iridiscente de las largas plumas de su cola. Ambas quedamos suspendidas, observándonos, maravilladas. Nadie se movió, sin embargo ella rodeo mi cuello amorosamente y se quedo conmigo en forma del collar más hermoso que jamás vi.

- Cuando escucho hablar del equilibrio divino, mi mente me lleva a una habitación con poquísima luz donde una bola luminosa del tamaño de mi puño flota apaciblemente.

- Me gusta no entender el gozo que experimenta mi corazón, al ver las montañas que rodean esta ciudad ¿Cómo comprender la maravilla del abrazo de las nubes y su constante movimiento?
Eso es arte. Aquello que logra conmoverte hasta la medula.

- La cadena de mariposas doradas que me une al cielo y me conecta con la tierra, el polvito sanador de sus alas, los aleteos dulces sobre mis ojos, sobre aquello que hay que reparar.

- La gran comunidad espiritual de la que soy parte.

- Las manos de mi abuela.

Donde mi corazón (para Pablo)

Hace unos años elegí estar donde mi corazón, vivir en la libertad. No ha sido sencillo, pero ¿qué lo es? Muchas veces he confiado en cosas que no tienen nada que ver con lo racional, algunas he tenido que sacrificarme o renunciar a algo o a alguien (incluso a mí), otras a pesar de mis dudas camino como si supiera a donde va a llevarme la vida y entendiera los porqués. He de decir que elegí un camino bellísimo, que exige actos de fe. Siendo honesta no me imagino viviendo de otra forma.
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Y bueno, al final siempre hay una especie de certeza, que me dice: Sé que estoy donde debo.
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Hoy lo sé. ..
-Cuando al salir de casa miro las nubes abrazando al nevado y al abuelo de fuego.
-Cuando la visión de mi espíritu toma forma de caballo y se me acerca de frente, tranquilo decidido.
-Cuando él, aun sin entender porque cada cierto tiempo me hundo de esa manera, me convierto en río y lloró y me siento sola, me envuelve y acaricia despacio, como la niña que sabe que ya no soy.
-Cuando estoy en mi ciudad natal, abro el bolso y encuentro tres juegos de llaves.
-Cuando después de horas de observar el oleaje tranquilo, me decido a entrar, y el mar se pone bravo, y experimento la consciencia de dios y siento como me arranca lo que no me es útil, y el deseo de entregarme despierta…
-Cuando por fin he comprendido la sacralidad de las labores del hogar.
-Cuando re-conozco a los que amo y puedo ver las formas tan sutiles y hermosas que tiene dios y el amor para manifestarse.